Luis Alberto, Damos Gracias



Damos gracias al ángel porque hayas estado tan cerca de nosotros, compartiendo el difícil oficio de crecer y luchar en la jungla de estos edificios, muchachito ojos de cristal que sembraba armonías a la hora de los espantos que llovieron sobre todos nosotros como hierros al rojo, batallador en todos los momentos y en todas las pesadillas, siempre atento a la máxima expresión de la inocencia.

Querido muy querido flaco, como todos los jinetes del rock en la tormenta apostaste siempre a la ternura en la vereda de la verdad, el verso supremo que se anida en las almas de los profetas, gracias de nuevo por tantas revelaciones en el crepúsculo de un siglo lleno de infamias, siempre en sintonía con la música de las esferas, entre los silbidos de vientos que nos mantenían despiertos y decididos a vivir desencadenados entre espectros malsanos y asesinos seriales, contagiando libertad y tañidos de campanas en el portentoso templo de la humanidad entregada al arte de imaginar nuevos mundos posibles, siempre cerca de los bienes que gozamos, siempre fecundo, alerta, fraterno, no dejándote atrapar por los mercenarios de un mundo agónico,

Gracias te damos ahora y en la hora del Gran Viaje que a todos convoca tarde o temprano, figurate que no perdemos la cabeza, que agarramos la posta aunque las ganas de llorar sean muchas, cabalgamos contigo por la pradera del infinito amor y la eterna locura, tiernos, pacíficos, insobornables, la batalla nunca estuvo perdida, y en este instante crucial te abrazamos fuerte, rezamos por vos, cantamos tus canciones por vos, abrazamos la luz, y ya el dolor se convierte en una balada de celebración de la existencia que compartiste con nosotros, matizada a veces por un temblor, pero elevada siempre por alientos visionarios asediados por sombras inútiles: en resumidas cuentas, no te fuiste, aquí estás brillando como tantos otros diamantes locos, alucinados por vivir, por amar en todas las direcciones, por salvarnos incluso cuando estamos perdidos, hermanito querido, estrella indómita en la noche negra, gigante indestructible, de hoy en adelante besando para siempre a una muchacha ojos de papel... sí, sí, sí, una y mil veces, te damos gracias.

(Por Miguel Grinberg.)