La fiebre del vinilo sigue viva, en algunos países más que en otros. Discos nuevos y viejos se siguen vendiendo, y muchos artistas lanzan sus grabaciones en este formato. Pero hay un tema del que no se habla en los medios: la calidad de los vinilos que nos venden.
He recibido comentarios, principalmente de audiófilos y gente muy clavada en el tema, sobre que los vinilos que se fabrican actualmente están hechos con base en archivos digitales, en lugar de análogos, como solía hacerse en la época dorada del formato. En otras palabras: nos están vendiendo una especie de discos compactos, pero en formato de vinilo.
¿Esto es malo? No necesariamente. Es más bien una cuestión de gustos y presupuestos. A diferencia del audio digital, que actualmente es accesible para todos, el sonido análogo requiere de una inversión considerable (tornamesa, aguja de buena calidad, sistema de amplificación y preamplificación, etcétera) para explotar al máximo sus cualidades.
No voy a enfocarme en la vieja discusión de qué formato es mejor, porque ambos tienen cualidades claras y ampliamente probadas, sino en la calidad de los discos de vinilo que nos están vendiendo –o volviendo a vender, en el caso de las reediciones– la industria.
#LatinoaméricaEnVinilo
Para ejemplificar este fenómeno me centraré en la camada de discos que Sony Music lanzó con la etiqueta #LatinoaméricaEnVinilo, y que incluye todo el catálogo de Soda Stereo y Gustavo Cerati, más algunos discos de Los Tres, Babasonicos, Charly García, Luis Alberto Spinetta y Pescado Rabioso, entre otros.
Desde que se pusieron a la venta los primeros títulos, aficionados de varias latitudes empezaron a comentar en diversos foros su desilusión por la calidad de estas nuevas ediciones, cuyo sonido encontraron carente de brillo y en algunos casos demasiado frío.
La explicación que encuentran melómanos como Óscar Rodríguez, es precisamente que en la fabricación de estos productos se utilizaron fuentes digitales.
"La virtud del LP es el sonido analógico, más natural, contrario al del CD, que es digital, además de que ahora no sabemos qué fuente usan como master para un LP", me explica.
Una de las reediciones que me han comentado que se escucha bien, pero no tanto como la original de 1987, es la del disco homónimo de Bon y Los Enemigos del Silencio. El ingeniero del estudio de Sony Music, Rodolfo Vázquez, quien trabajó en varias de estas reediciones, me dice que más bien son puntos de vista.
"En el caso de Bon, nosotros tomamos las cintas originales, y te puedo decir que la única diferencia que hay entre el vinilo original y el nuevo (2016) es la masterización que se hizo, porque ya existen aparatos que tienen un rango dinámico mucho más alto, entonces sí podemos hacer una masterización para mejorar la calidad del sonido".
"Ahora bien, no va a sonar igual, porque tenemos un gramaje diferente, tenemos una pasta diferente, entonces sí, no va a sonar igual, pero no sabría decirte si suena mejor o peor, tratamos de que suene mejor, ese fue el objetivo", asegura.
Comentarios de otros aficionados apuntan una situación similar en discos comoSignos, de Soda Stereo. Sin embargo, también han destacado que títulos comoSueño Stéreo tienen un sonido excepcional, incluso superior al del CD editado en 1995, y que esto probablemente se deba a que se le hizo una masterización a 48.000 khz, sobre una tasa de 24 bits.
Como parte de una segunda camada de discos de #LatinoaméricaEnVinil, Sony reeditó varios discos mexicanos como En Esta Ciudad, de Cecilia Toussant y El Circo, de La Maldita Vecindad, además de otros que nunca fueron editados en este formato, debido a que su lanzamiento original fue solo en CD, como es el caso de títulos de Santa Sabina, Cuca y Julieta Venegas.
Sobre estos discos –los que solo se editaron en CD durante los noventa– el ingeniero de Sony admite que la fuente sí fueron archivos digitales, pero asegura que se tomaron las mezclas originales, y que a partir de ellas se hizo la masterización especial para vinilo.
Ricardo Aguilar es parte del equipo de Resistencia Modulada en Radio UNAM (Universidad Autónoma de México) y ha adquirido algunas de estas reediciones. Me dice que para él tienen un costo-beneficio, pues aunque su factura no es la mejor, su precio sí es competitivo en comparación con las cifras que llegan a alcanzar ediciones originales.
"No me hubiera molestado pagar 100 pesitos más por una edición más cabrona de un rework más trabajado de Spinetta o del disco Miami, de Babasonicos", asegura.
Finalmente, agrega que para él, toda esta movida de las reediciones "es más archivo y nostalgia oportunista, que entender una reeedición en vinil digna".
También los empaques dejan qué desear
Juan de la Serna es otro melómano que consume discos de vinilo y dice que el sonido de estas reediciones es aceptable para él. Sin embargo, lo que califica como "terribles" son sus empaques.
Juan, quien algo sabe de esto, porque además es diseñador gráfico, considera que no hubo control de calidad en los insertos de estos vinilos, y que eso se hace evidente hasta que intentas sacarlos o meterlos de la funda, porque no están bien calculados sus tamaños, y esto hace que se maltraten.
Otro aficionado llamado Diego Chacón, agrega: "Se nota que solamente escanearon los artes originales y que no se les dio una manita de gato con PhotoShop para restaurarlos y tener una buena calidad de imagen".
Aunque prácticamente todas las ediciones de vinilos que se maquilan actualmente tienen calidad de 180 gramos —lo que los hace más gruesos, y por tanto más resistentes que los LP delgadísimos que se fabricaban anteriormente en países como México, el audio y los empaques son otras características que los fabricantes tampoco deberían descuidar.
Hay melómanos y coleccionistas que sugieren que se proporcione mayor información en el empaque de los vinilos, como se hizo en su momento con los CD, en donde se especifique si se trata de una edición económica, como aparentemente son las de #LatinoaméricaEnVinil y de qué fuente provienen la grabación, mezcla y transfer de cada disco (análoga y digital, solo digital, etcétera).
Ya sean clavados, nostálgicos o curiosos, quienes adquieren un disco de vinilo en el siglo XXI tienen derecho a saber lo que están comprando.
FUENTE: noisey.vice.com
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