El Revistero: Artilugios que se podían colocar en los coches


Para su época fue un revolucionario invento, solo disponible para automóviles de gama alta, y exclusivamente de la marca Chrysler, desde 1956 hasta 1959 se equiparon los autos de esta marca con tocadiscos. Por aquél entonces, un LP de vinilo medía 30,5 cm de diámetro y podía reproducir hasta 25 minutos de música para el conductor. Lamentablemente, los ingenieros que inventaron este aparatoso sistema de sonido no pensaron en los poco eficaces amortiguadores de los vehículos, por lo que los saltos, los baches y las curvas cerradas hacían presión sobre el lápiz del tocadiscos y las pistas se quedaban a la mitad de reproducción. Lo peor de todo es que además dañaba los discos para siempre.


Pongámonos en contexto. Estados Unidos, 1956. Dwight D. Eisenhower consigue la reelección como presidente mientras la caza de brujas impulsada por el senador Joseph Raymond McCarthy llega a su fin. En Estados Unidos despierta el auge económico de la posguerra: tras la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses se encontraron con un remanente económico que no habían podido gastar.

El resultado fue el consumo y gasto masivo, con una demanda enorme y voraz de nuevas casas, automóviles y electrodomésticos. Comenzaba a construirse el llamado sueño americano, de casas grandes con verdes jardines y vallas blancas rodeándolas, y en su interior modernos electrodomésticos que las displicentes amas de casa y criadas usarían.

Con la prosperidad de la época, prevaleció una actitud social de creencia en la ciencia, la tecnología, el progreso y el futurismo. Comparativamente había poca nostalgia de la era anterior a la guerra, una época dorada para el automovilismo: eran los años del Auburn Speedster, del Chrysler Airflow o del Pontiac Torpedo Eight.

El vehículo típico de 1950 era en promedio 300 dólares más caro que la versión de 1940, pero la producción se había doblado. Era el caso de firmas de lujo como Cadillac, que pasaron de fabricarse a mano para un público objetivo de clase alta, a ser producidos en masa y a un precio más asequible.

Los fabricantes de automóviles pequeños como Nash Motors, Studebaker y Packard no pudieron hacer frente a la competición con los grandes de la industria, y cayeron en el olvido como consecuencia.

El invento perfecto... para una carretera de cristal


Así las cosas, Chrysler introduce en 1956 en sus modelos DeSoto, Dodge y Plymouth un reproductor de vinilos instalado justo encima del túnel de la transmisión. El revolucionario aparato, fabricado por Columbia, se escondía tras una pequeña puerta y compartía los controles de volumen con la radio; mediante un botón se elegía que música se deseaba escuchar, si la procedente de la radio o la del tocadiscos.



Como se puede ver en la foto, al presionar un botón en la cubierta frontal del reproductor, se abre el compartimento, permitiendo que el plato giratorio se deslice hacia afuera. Al mover un interruptor en el lado izquierdo del reproductor, se desconecta el sintonizador de radio, y a través del amplificador de la radio se puede aumentar la señal del mismo.

El sistema de sonido, conocido como Highway Hi-Fi, fue desarrollado por CBS Electronics, y utilizaba como mecanismo de lectura una aguja. Los registros para el sistema fueron fabricados exclusivamente por Columbia Special Products y podían contener aproximadamente 45 minutos de música o una hora de conversación por cada lado.

Melodía que tampoco ampliaba en exceso la limitada oferta musical de entonces, ya que los discos contenían la música de artistas bajo contrato con Columbia. 

A pesar de estar localizado en un estuche a prueba de golpes, las irregularidades de la carretera hacían que no fuera un reproductor viable; se rompía con facilidad y no gozó de éxito comercial. En 1959 se dio por muerto el invento, aunque un año después Chrysler hiciera un último intento con otra unidad fabricada por RCA, que obtuvo un discreto éxito durante 12 años.

El asfalto era un problema insalvable; no fue hasta 1968 cuando Chrysler ofreció un magnetoscopio de ocho pistas en un coche. De haber rodado por carreteras de cristal, igual hoy en día las nuevas generaciones los hubieran rescatado para mejorarlos e imponerlos como un indispensable en cualquier coche vintage que se precie.

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